Cae lánguida y serena
por el aire entrecortada
con la brisa se desvive
con el céfiro se desgarra.
Las gotas que se deslizan
por canalones de plata
repican como centellas
y en la acera ya resbalan.
Llueve sobre la Zubia
y nublada está nuestra alma
el silencio que nos envuelve
con las gotas nos embarga.
¡Ay como siento llorar!
a esa niña a mis espaldas
que se ha mojado la ropa
y su madre le regaña.
Por las calles nacen cauces
breves y de aguas mansas
que nos hacen suspirar
ahora y de madrugada.
esas que verdes están bordadas
se disuelve el sirimiri
meciéndose entre las ramas.
Y en la plaza ya desierta
con la encina muy callada
la lluvia se desliza tersa
escuchando las campanas
que tañen desde la iglesia
ahogando la hermosa mañana.
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